Resumen
El video es un medio cada vez más utilizado en la educación. Los estilos de videos producidos con fines académicos han sido estudiados en la literatura basándose principalmente en los diseñados inicialmente por los instructores para su uso en los MOOC. En este trabajo, definimos una taxonomía novedosa de estilos de diseño de videos académicos basada en los videos producidos por los estudiantes. Hemos definido 10 estilos diferentes después de revisar 105 videos generados por estudiantes durante 5 años. Este tipo de vídeos reflejan los gustos de los alumnos a la hora de realizar un vídeo, que no necesariamente coinciden con los de los profesores. Con base en nuestra clasificación, se hizo un análisis comparativo entre los tipos de videos desarrollados por los instructores y por los estudiantes, y se encontraron diferencias significativas. El estilo más utilizado por los instructores es similar a las diapositivas de presentación, mientras que los videos de los estudiantes se basan en la integración de videos e imágenes que buscan en Internet.
Introducción
En la sociedad actual, el video es un medio de expresión en constante crecimiento, especialmente para los jóvenes. A nivel mundial, el tráfico de video por Internet se cuadriplicará entre 2017 y 2022, una tasa de crecimiento anual compuesta del 33 %, según un informe de Cisco (Cisco, 2018), que estima que para entonces se consumirán 46 millones de minutos de video en Internet cada mes. En este contexto, muchos estudiantes confían en YouTube para resolver problemas, buscar información y aprender; por lo tanto, se puede utilizar como una herramienta complementaria en el aula para mejorar el proceso de enseñanza/aprendizaje (Moghavvemi et al., 2018). Además, la capacidad de expresarse a través del vídeo se está convirtiendo en una competencia transversal a adquirir en el ámbito de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) (Orús et al., 2016; Pereira et al., 2014).
En educación, el uso de videos ha evolucionado con el tiempo y se ha utilizado en contextos educativos de diferentes maneras y en cada vez más áreas. Tradicionalmente, el video ha sido de mayor interés en disciplinas orientadas a la práctica como la enfermería (Forbes et al., 2016), medicina (Jang & Kim, 2014), psicología, formación docente (Arya et al., 2016), enseñanza de idiomas (Canning-Wilson & Wallace, 2000), etc. El video pretendía cerrar la brecha entre la teoría y la práctica en estas disciplinas donde la experiencia es crucial (Gedera & Zalipour, 2021). Además de acercar la teoría y la práctica, el vídeo se ha utilizado generalmente como elemento de apoyo, para reforzar y complementar contenidos y también como herramienta de motivación (Woolfitt, 2015). Los docentes ahora pueden hacer que sus estudiantes observen, aprendan e investiguen muchas cuestiones que pueden surgir en el contexto de su práctica profesional. Los avances en las herramientas de producción de video y las plataformas disponibles para que los profesores y estudiantes vean, accedan, compartan, reutilicen, manipulen y hagan videos, están conduciendo a su uso cada vez más generalizado y generalizado (Gedera & Zalipour, 2021).
Una aplicación muy general ha sido poner las clases de los profesores a disposición de los alumnos para que pudieran verlas cuando y donde quisieran y volver a ver lo que no entendían, por ejemplo (Sirkemaa & Varpelaide, 2016). Originalmente, este tipo de videos eran grabaciones directas de las clases con algunas diapositivas de apoyo o material de pizarra. Con la aparición de los cursos masivos abiertos en línea (MOOC), los videos han ido proliferando y mejorando, ya que la tecnología disponible para estos entornos permite una mayor sofisticación (Hansch et al., 2015).
Este tipo de videos y otros videos disponibles en los canales de YouTube, como los de Khan Academy, también se han incorporado como fuentes externas de información en educación; es decir, se utilizan para el mismo propósito de enseñanza pero no son creados por los propios instructores. Más recientemente, la facilidad para producir y encontrar videos tanto por parte de los profesores como de los estudiantes ha hecho posible su uso junto con otras metodologías de enseñanza, como la metodología de aula invertida. En este caso, antes de la sesión de clase, los alumnos visualizan vídeos que propician un debate o punto de partida para la sesión presencial (Arya et al., 2016). Otros ejemplos con materiales didácticos generados por los estudiantes se pueden encontrar en Coppola y Pontrello (2020).
Los estudiantes de diferentes niveles académicos acceden a videos en línea para compensar las clases perdidas, mejorar su aprendizaje, revisar exámenes y pruebas, prepararse para las clases o aprender a resolver problemas específicos (Jorm et al., 2019). Sin embargo, no son meros consumidores de videos; para ellos, el video es un poderoso medio de comunicación y son productores regulares de medios en plataformas como Facebook y YouTube (Jorm et al., 2019).
Paralelamente a los avances tecnológicos que permiten la producción de videos de buena calidad y su visualización en cualquier momento y lugar, se está fomentando que los estudiantes participen más activamente en el proceso de aprendizaje. Una tendencia actual es el uso de contenido generado por estudiantes (SGC) para aprender y enseñar, donde los estudiantes se convierten en productores de conocimiento en lugar de meros consumidores de conocimiento (Bovill, et al., 2011; Doyle et al., 2021; bola de nieve y mckenna, 2017). El video es un tipo específico de SGC. De esta manera, los estudiantes han comenzado a convertirse en productores de video en el contexto académico (Greene, 2014). Por ejemplo, el video generado por los estudiantes se puede usar como demostración para reemplazar la presentación de un proyecto, para realizar una visita guiada a un sistema, para exhibir trabajos, para involucrar a los estudiantes en técnicas de laboratorio (Gallardo-Williams et al., 2020), para desarrollar competencias transversales y curriculares (Orús et al., 2016; Pereira et al., 2014), para jugar diferentes roles (socios, investigadores, productores) en las fases de creación (Chewar & Matthews, 2016; Hubbard et al., 2017), o interactuar con expertos en la materia (Sánchez et al., 2019), como durante competencias internacionales de video (Holtzblatt & Tschakert, 2011). Los videos producidos pueden ser revisados por pares, lo que aumenta el esfuerzo y promueve videos de mayor calidad debido a la presión social de ese escrutinio (Greene, 2014; Herrero, 2014). Los estudiantes demuestran creatividad y son capaces de generar buenos contenidos que pueden ser utilizados para el aprendizaje en promociones posteriores (Arruabarrena et al., 2017), junto con otras metodologías activas de aprendizaje, como la evaluación por pares y las aulas invertidas (Arruabarrena et al., 2019).
Además, los videos generados por los estudiantes permiten la evaluación de competencias transversales como la comunicación y la colaboración (Jorm et al., 2019). Estas, junto con la generación de contenido, son habilidades digitales necesarias para el éxito social y profesional en el mundo moderno (Chiecher, 2020). Los estudiantes actuales se perciben como expertos y competentes en las TIC, aunque principalmente desde el aprendizaje autodidacta (Pérez-Escoda et al., 2016), que pueden producir niveles heterogéneos de dominio en determinados contextos y actividades (Chiecher, 2020; Pérez-Escoda et al., 2016). El uso de tecnología de video para socializar con amigos no es idéntico al uso de video para aprender y desarrollar el pensamiento crítico o las habilidades de comunicación. Los estudiantes, sin embargo, perciben que cuentan con los recursos, conocimientos y habilidades para ser generadores de contenidos y consideran útil esta actividad para su aprendizaje (Persada et al., 2020).
Cabe señalar que las actuales generaciones de estudiantes pertenecen a las denominadas generaciones Z y Alfa. Una característica común de estas generaciones es su temprana familiaridad con Internet (por lo que, además de nativos digitales, también se les llama generación Internet, generación Google, etc.) y la capacidad de manipular pantallas y múltiples dispositivos desde edades tempranas. (Chiecher, 2020). Estas son generaciones altamente tecnológicas conocidas por su capacidad para localizar rápidamente la información específica que necesitan (Persada et al., 2020). Otra característica notable es su preferencia por la información visual en lugar de la información textual (Pérez-Escoda et al., 2016; Ramadlani y Wibisono, 2017). Las formas visuales de aprendizaje, como los videos, parecen ser interesantes y efectivas para esta generación (Chun et al., 2017).
En la actualidad, docentes y alumnos pertenecen a generaciones muy diferentes desde el punto de vista tecnológico; estas diferencias han llevado a los autores a preguntarse si sus estilos difieren al hacer videos académicos. Por ejemplo, Santos Espino et al. (2020) revelaron diferencias entre profesores de secundaria y estudiantes universitarios en cuanto a las preferencias de estilo de video debido a su diferente campo de conocimiento y experiencia con las TIC. Por lo tanto, es posible preguntarse si existen diferencias en el estilo de producción de videos de estudiantes y profesores universitarios.
En la literatura existe un gran interés por clasificar los tipos de vídeos utilizados en educación según diferentes criterios (diseño, método de producción, finalidad, etc.) y diferentes repositorios de vídeos como YouTube o MOOC. Todas estas clasificaciones se basan en videos generados por maestros o instructores. Sin embargo, según el leal saber y entender de los autores, no existe una clasificación de videos que tenga en cuenta los videos realizados por estudiantes en el ámbito académico. Este trabajo tiene como objetivo ayudar a llenar este vacío en la literatura. Una clasificación que capture los tipos de videos generados por estudiantes es de interés para trabajos futuros con respecto a qué tipo puede ser más efectivo para el aprendizaje o más adecuado para un enfoque pedagógico particular (Chorianopoulos, 2018; Guo et al., 2014). Puede ayudar a los profesores a seleccionar un estilo de video o una combinación de estilos de acuerdo con sus objetivos o habilidades (Chorianopoulos, 2018). Esto también podría servir para realizar estudios que permitan conocer mejor las preferencias de los estudiantes a la hora de crear o clasificar vídeos generados por sus compañeros, o para saber si el formato o el contenido del vídeo influye más en sus valoraciones. Se puede tener en cuenta una mejor comprensión de las características de los videos generados por los estudiantes al encargar tales actividades.
En este contexto, el objetivo de este estudio es definir una taxonomía de estilos de diseño de videos académicos basada…